El Eclipse: Re-Escritura
Ella sabía lo que le esperaba después de su captura. Lo único en que pudo pensar era en que clase de muerte sería, deseaba que no fuera una muy lenta y dolorosa. Mientras ella contemplaba su sacrificio, vio a unos miembros de la tribu acercarse con otro prisionero. Era fray Bartolomé Arrazola. Él había llegado desde España hace tres años y pasaba la mayoría de su tiempo difundiendo la palabra de Dios a los nativos. Ella le tenía mucho cariño y le dio pena verlo así, con los ojos vacíos como si él deseara la muerte.
Bartolomé fue rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a ella le pareció como el lecho en que los dos descansarían.
Entonces escuchó a Bartolomé, con su mediano dominio de las lenguas nativas, decir algunas palabras que fueron comprendidas.
–Si me matáis –les dijo– puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente con incredulidad en sus ojos. Se produjo un pequeño consejo, pero ella sabía